Amado, no imites lo malo, sino lo bueno. El que hace lo bueno es de Dios; pero el que hace lo malo, no ha visto a Dios. 3 Juan 11

Dios Te Ama... Búscalo.

Discernimiento

La sabiduría está a disposición de los que tienen ojos para ver y un corazón dispuesto a reflexionar

Texto Bíblico base: Proverbios 24.30-32
La situación que describe el autor de Proverbios seguramente era una que frecuentemente se veía por los caminos de Israel. Muchos pasarían por ese mismo lugar y verían el estado de dejadez, con los cardos y las ortigas brotando en todas partes y las paredes mostrando evidencia de no haber sido reparadas en mucho tiempo. Pero el que escribe es diferente a los demás, que fijan momentáneamente los ojos sobre el deterioro del campo y luego siguen el camino. El autor, como dice una traducción, «guardó en su corazón lo observado».
¿A qué se refiera esta frase? Al hecho que intentó ver más allá de lo visible, para entender los principios de vida que delataban esa escena de deterioro. Tales lecciones no están a la vista de los que pasan por la vida apurados, concentrados solamente en sus cosas. Son entendidas cuando uno se disciplina para observar con cuidado y luego reflexionar sobre lo que uno ha visto. El esfuerzo del autor de Proverbios dio su fruto y recibió instrucción.
Aquí está el verdadero valor del proceso. El ejercicio de reflexionar no es con el fin de menear la cabeza frente a la falta de responsabilidad del vecino, ni tampoco para luego criticar con otros al dueño del campo. La mayoría de nuestras observaciones, sin embargo, no producen más que este resultado. La verdadera reflexión apunta a un logro, y es sacar provecho de lo que uno ha visto. Lo que está a nuestro alrededor puede brindarnos valiosas lecciones para nuestro propio andar.

No hay duda que este es un tema recurrente en Proverbios. En el primer capítulo, ya escribía: La sabiduría clama en la calle, en las plazas alza su voz; clama en las esquinas de las calles concurridas; a la entrada de las puertas de la ciudad pronuncia sus discursos (1.20-21). Los cuatro lugares mencionados —la calle, las plazas, las esquinas y las puertas de la ciudad— eran aquellos donde se llevaban a cabo las actividades de la vida cotidiana. En medio de estas actividades, una persona podía encontrar mucha sabiduría. La mayoría de las personas, sin embargo, buscarían la sabiduría en esos momentos especiales dedicados al aprendizaje, no en el andar diario. La sabiduría, no obstante, está a disposición de los que tienen ojos para ver y un corazón dispuesto a reflexionar.
Para pensar:

Un líder debe poseer la habilidad de ver más allá de lo que hay sobre la superficie. Debe ser la clase de persona que es estudiosa de la vida y las personas, volviéndose cada vez más entendida y sabia. De lo que ve y entiende, realiza las modificaciones necesarias en su propia vida para no caminar por el camino que lo lleva a la perdición.

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