[Has sido] revestido del nuevo [hombre], el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno. Colosenses 3:10.
Durante casi 100 años, un enorme trozo defectuoso de mármol de Carrara yació en el patio de una catedral en Florencia. Luego, en 1501, se le pidió a un joven escultor que hiciera algo con él. Midió el bloque y tomó nota de sus imperfecciones. En su mente, concibió a un niño pastor.
A lo largo de tres años, cinceló y le dio forma al mármol con destreza. Finalmente, cuando la sobresaliente figura de David de 5,40 metros de altura fue desvelada, el aprendiz de Miguel Ángel exclamó: «Maestro, sólo le falta hablar!»
Onésimo era como ese mármol defectuoso. Había sido un siervo infiel cuando huyó de su amo Filemón. Pero, durante su huida, llegó a conocer al Maestro Escultor.
Ahora, como un hombre transformado, sirvió a Dios fielmente y fue invalorable para el ministerio de Pablo. Cuando Pablo le envió de vuelta a Filemón, le elogió como alguien «el cual en otro tiempo te fue inútil, pero ahora a ti y a mí nos es útil» (1:11). Le pidió a Filemón que recibiera de vuelta a Onésimo como un hermano (v. 16).
Pablo sabía lo que significaba recibir otra oportunidad después de los errores pasados (Hechos 9:26-28). Él conocía personalmente la transformación que Dios puede hacer. Ahora la veía en la vida de Onésimo. El Señor también puede cincelar Su imagen en nuestras vidas defectuosas y hacernos bellos y útiles.
Frase: Nuestros bordes ásperos deben ser limados para sacar a la luz la imagen de Cristo.
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